Una vez escuche de uno de mis maestros que “nada de lo que haces con esfuerzo vale la pena”. No lo entendí. La frase me llamó la atención, pero no acababa de comprenderla. Me pareció una frase provocativa, retórica, utópica… y sin fundamento real.
¿Cómo podía conseguir lo que quería sin esforzarme?
Entre donde yo estaba y adonde quería llegar había un abismo. “Se suponía” que debía esforzarme para estudiar, practicar, trabajar…
Pero la verdad es que no ha sido así. Para empezar, sinceramente, digamos que no tengo una tendencia natural al esfuerzo. Yo era de las que estudiaba el último día antes del examen. Y tengo que decir que me iba bien.
Pensaba que quizás era que tenía suerte y que debería esforzarme más por si un día la suerte “desaparecía” … que no podía ser siempre así. Y sí lo ha sido. ¿Cómo es posible? A lo largo de mi vida lo he ido descubriendo:
Todo lo que haces con esfuerzo, te quita fuerza. Todo lo que haces con esfuerzo te cansa, y en exceso, te lleva a la enfermedad, la depresión y la muerte.
Hay personas que sienten envidia de quien consigue sin esfuerzo, sin darse cuenta de que ellos mismos, con su esfuerzo, están frenando su propio avance.
La fuerza es permitir el flujo de la vida, es ir hacia afuera, es entrega. Los bebés tienen mucha fuerza, ¿no has oído llorar a un bebé?
La resistencia no es fuerza, es contrafuerza, ir en contra de tus impulsos es un esfuerzo, ir contra la vida, es frenar, contraer, dureza, desgaste.
La fuerza es respeto a ti misma, confianza, tiempo, permiso, continuidad, movimiento, risa, descanso. Estar con las manos abiertas, ojos y corazón abierto; la fuerza es alegría, espacio, amor, sexo, vida. Todo lo que te da placer, te da fuerza y te lleva a la vida. ¿Te has dado cuenta?
Para experimentar tu fuerza, descubre todo aquello que te la quita: los miedos, los juicios, los deberías… Conoce tu mente, conoce tu cuerpo, para que puedas aprender a dejar fluir tus emociones, para que el miedo no te paralice y te impida sentir y vivir.
Es necesario que te conozcas para que no te asustes ante las reacciones de tu cuerpo, de las vibraciones, las pulsaciones, las corrientes, las palpitaciones, el sudor, para que no te asusten tus pensamientos negativos – o que tu consideras negativos -. Para que no tengas miedo ni a sentir la rabia ni al llanto.
Date cuenta de cómo funcionan tus mecanismos, eso es muy importante para que puedas estar en paz contigo, seas como seas, sin juzgarte, aprendiendo, dándote el tiempo necesario para aprender, buscando los apoyos que necesites, generando recursos con tu creatividad.
Eso es un gran descanso, cuando dejas de darte miedo a ti mismo y te puedes mirar con todo lo que eres, te puedes amar con todo lo que eres, puedes apreciar la belleza de aquello que no te gustaba, que rechazabas. Puedes darte cuenta de que sí tienes aquello que creías que no tenías. Puedes valorarte, quererte, entregarte, permitirte, agradecer y agradecerte.
Y verás que todo lo que haces con placer, porque así lo deseas, nunca es un esfuerzo, sino que te da fuerza.