¿Sientes el cansancio? El cansancio es una sensación de falta de energía que percibimos de manera generalizada en nuestro cuerpo. Nos está dando una señal de alarma. Es la primera señal que nos envía el cuerpo de que algo no va suficientemente bien.
Si presto atención me doy cuenta de que es una sensación que me lleva hacia abajo. Si me dejara llevar por mi cuerpo, me llevaría hasta el suelo, porque eso es justamente lo que necesito, dejarme caer en la tierra y que ésta me sostenga. Si lo hiciera así, la tierra me recargaría de energía.
A veces va acompañado de una presión en el pecho, y se mezcla con una tristeza (que no siempre es reconocida), la tristeza es una emoción que también me lleva hacia abajo. Es una invitación a reconocer que no siempre puedo sola, que no puedo con todo, y que a veces necesito que me sostengan.
Si cada vez que siento el cansancio me dejara caer, podría fluir en mi ciclo de necesidades: siento cansancio – descanso – me re-energetizo – continúo con mis actividades – me canso -siento cansancio – descanso… Pero no siempre nos lo permitimos, y en algunas ocasiones (menos de las que solemos creer) no es posible.
A veces cuesta reconocer el cansancio, o pienso que no tengo motivos para estarlo. No somos conscientes de que además de la actividad externa, hay una actividad interna. Que mi organismo está continuamente trabajando a nivel celular, fisiológico, muscular, neuronal… adaptándose sin parar a las necesidades internas y a los cambios externos.
Y la primavera es una época de grandes cambios. Venimos del invierno, una estación de recogimiento, de reposo, de más oscuridad y frío, de estar hacia dentro. Es la época de la semilla bajo tierra, esperando. Y vamos hacia el verano, estación de luz y calor, de expansión, apertura, relación, movimiento, recogida de los frutos.
El paso inevitable de uno a otro es la primavera, donde la semilla tiene que romper su dura cobertura protectora y empezar a abrirse y a crecer, salvando la fuerza de gravedad y todas las demás resistencias a su alrededor. Todo esto implica un gran gasto de energía.
Como en la semilla, también las células en nuestro cuerpo se están expandiendo, abriendo, adaptándose al aumento de luz y temperatura, salvando resistencias. Pasamos de ir hacia adentro (invierno) a ir hacia afuera (verano). Y además seguimos con nuestras actividades cotidianas, ajenos al esfuerzo que está realizando nuestro organismo. Por eso estamos tan cansados, porque este proceso requiere de mucha energía.
¿Cómo puedo acompañarme en este proceso? Con respeto y con paciencia, respetando mis necesidades y los ritmos de la naturaleza. Reconociendo que estoy trabajando internamente para adaptarme a los cambios propios de la estación, y dándome tiempo.
La primavera es un buen momento para practicar este respeto y autocuidado, así podremos llevar este aprendizaje a cada proceso de cambio que vivamos en nuestras vidas.
Para ello es necesario estar en contacto con nuestro cuerpo, que nos habla en forma de sensaciones, y darnos el permiso a atender sus necesidades sin engaños ni excusas. Es importante revisar cuantas trabas me pongo para no escucharme y darme lo que necesito.
La primavera nos pide más tiempos de descanso, actividad suave, movimiento, paseos por la naturaleza, ampliar la respiración para mejorar la oxigenación de los tejidos, más hidratación y una alimentación más adecuada a la estación, con más verduras, ensaladas y fruta de temporada. Los masajes también ayudan a ir despertando y descongestionando el cuerpo.
Y sobre todo, disfrutar de los colores, los olores, el sol, el aire libre, la energía que se mueve dentro de mi cuerpo.
Quizás así podré dejar de percibir todo ese movimiento interno como cansancio y sentirlo como la fuerza expansiva que es.
Feliz primavera!