El miedo es una emoción básica útil y necesaria para detectar los peligros y reaccionar en consecuencia para protegernos.
Pero ¿Qué pasa cuando ese miedo nos provoca más perjuicio que beneficio?
¿Has sentido alguna vez ese miedo “inútil”, imaginado, que aparentemente no te protege de ningún peligro real? El miedo a decir lo que sientes, a pedir lo que necesitas, a actuar, a tomar una decisión…
¿Cuál es el peligro? ¿Qué pasará si doy un paso adelante? ¿Puedo fracasar? ¿Equivocarme? ¿Ser juzgada?… Todo esto puede ser vivenciado internamente como un peligro, aunque el peligro real no está ahí. Puede que solo esté anticipando algo que imagino. ¿Cuál es entonces el verdadero el peligro? Posiblemente el “peligro” de dejar de ser valorada, aceptado, querida…
Y sorprendentemente, también el peligro de tener éxito: ¿Sabré sostenerlo? ¿Voy a poder sostener la alegría, la admiración, la envidia ajena? ¿Sabré gestionar las ganancias emocionales y económicas? ¿Voy a sentir culpa, comparación, juicio?
A un nivel inconsciente, todas estas preguntas son fuerzas que me frenan a la hora de dar un paso adelante, y lo hacen en forma de miedo, que es la “mejor manera” que conocemos para evitar algo.
Curiosamente, algunas de las mejores decisiones en mi vida las he tomado de manera impulsiva, justamente por mi carácter mental y mi tendencia a la falta de confianza. Pero hay otros caracteres, más impulsivos, que actúan sin ni siquiera (o apenas) plantearse que están tomando una decisión.
En algunos casos su impulsividad es una manera de no sentir la incomodidad de estar con la duda o la incertidumbre, o una forma de dar salida a su agresividad, dirigiéndola hacia cualquier acción que les permita una mínima descarga del exceso de energía.
Uno de los objetivos de la terapia es que puedas estar presente con tus necesidades e impulsos, que seas capaz de sentirlos y expresarlos, y también de sostenerlos para que puedas ser libre de elegir en cada momento qué hacer con ellos.
Según el “principio de placer”, todo ser humano tiende a la búsqueda del placer. Esto es así en lo más profundo de nosotros y puede verse claramente en el comportamiento de los niños, que buscan la satisfacción inmediata de sus necesidades y deseos. El principio de realidad, más propio de los adultos, nos habla de la capacidad de posponer la satisfacción del placer inmediato para obtener un mayor beneficio posterior.
Por ejemplo, según el principio del placer, una estudiante podría decidir irse a la playa a pasear en lugar de quedarse estudiando para su próximo examen, pero siguiendo el principio de realidad decide quedarse estudiando para aprobar un examen con el que obtendrá un título para trabajar en algo que le gusta, lo que espera que le aporte un mayor bienestar en el futuro.
Si no soy capaz de sostener mi incomodidad o mis impulsos, iré actuando en función del principio del placer, creyéndome “un alma libre” cuando en realidad soy esclavo de mis sensaciones y deseos.
Por el contrario, si no soy consciente de que mi miedo a dar un paso es en realidad miedo a ser juzgada, a fracasar, al éxito, a dejar de ser aceptada o querido, y no lo contrasto con la realidad (¿realmente me van a dejar de querer si me equivoco?) mi organismo interpreta las señales como un peligro real y va a evitar por todos los medios enfrentarse a él.
Para atreverme a actuar y de manera consciente (no impulsiva) necesito confianza. Puedo actuar confiando en otra persona, con lo cual estoy en dependencia, o puedo confiar en base a la confianza que tengo en mí.
Esta es una de las demandas que traen los pacientes a terapia, la necesidad de confiar más en si mismos. ¿Qué puedo hacer para confiar más en mí?
Esto es lo que a mí me ha ayudado a confiar ante el miedo:
- Estar presente aquí y ahora, con lo que sí es real, con lo obvio, sin ir más allá con la imaginación.
- No dar crédito a todo lo que pienso (lo que pienso solo es un pensamiento, no una realidad)
- Actuar a pesar del miedo. Dar el primer paso (esto cambia inmediatamente el escenario)
- Ser consciente de que ese momento, como cualquier otro en la vida, también pasará (restarle peso y no darle un exceso de importancia)
- El trabajo corporal con TCI, puesto que el miedo se siente en el cuerpo y es necesario sentir nuestra fuerza, firmeza, agilidad y capacidad de reacción para enfrentarnos a una situación que nos produce miedo.
¿Cuál de estos tips te animas a probar?
¡No pretendas incorporarlos todos a la vez! Empieza con uno, practica y experimenta los resultados.
Cuéntame como te va en los comentarios y vamos viendo. ¡A por ello!